Los hermanos de la Hermandad de las Aguas, reunidos en Cabildo General Extraordinario, han aprobado la intervención del Santísimo Cristo de las Aguas que será llevaba a cabo por la empresa de Conservación y Restauración de arte Musae, que gestionan Ana Cordero y Esther Soler. La intervención fue aprobada por 75 votos a favor, frente a 2 en contra. 26 hermanos se abstuvieron. Adicionalmente se aprobó la solicitud de un préstamo a una entidad bancaria para la realización y ejecución de los respiraderos del nuevo proyecto de orfebrería del paso de palio.
La Imagen, tallada en madera y policromada, fue realizada en 1940 por Antonio Illanes quien la firmó como “Mi mejor obra” junto a su rúbrica en la trasera del paño de pureza, ya que con esta obra el autor fue galardonado dos años antes con el Primer Premio de la Exposición Nacional de Arte Sagrado. El Crucificado ya cuenta con dos intervenciones realizadas anteriormente, una en 1980 a cargo de Francisco Peláez del Espino y en 2008 otra por Enrique Gutiérrez Carrasquilla.
El propósito de dicha intervención es debido a que la Imagen comienza a presentar inestabilidad de materiales y una evolución desfavorable del deterioro de algunas grietas localizadas principalmente en las uniones de los brazos al torso, así como otras localizadas en el paño de pureza. Estas grietas están fracturando la policromía causando pérdidas puntuales de la misma. Además, se observa un oscurecimiento generalizado de la superficie y la oxidación de los materiales aplicados como protección final de la policromía.
Durante los cinco meses estimados de duración para llevar a cabo la intervención en los talleres de Musae, participará un equipo multidisciplinar de especialistas de diferentes campos, entre los cuales destacamos a las conservadoras-restauradoras Ana Cordero y Esther Soler, el historiador del arte Ramsés Torres, científicos, químicos, etc., que aunarán esfuerzos para llevar a cabo el proyecto de restauración de la Imagen.
Habiéndose realizado ya recientemente estudios de Rayos X para conocer el estado estructural y en profundidad del Crucificado, se completarán con otros estudios de fluorescencia visible de luz ultravioleta y luz rasante. Éstos permitirán, además, un conocimiento más detallado de los daños externos que presenta la obra.
Con respecto a los procesos de conservación y restauración que se desarrollarán, se retirará toda la suciedad acumulada, barnices oxidados y reintegraciones anteriores dejando visible la policromía original con las pátinas que aún conserve, que seguidamente se consolidará. Además, se sanearán las grietas y aberturas que presenta en el soporte de madera a lo largo de la talla, especialmente en las uniones de piezas presentes en los brazos y el paño de pureza.
Este deterioro es propio de los crucificados, cuyas uniones de extremidades superiores con el torso sufren importantes tensiones al soportar estructuralmente parte del peso de la talla. Asimismo, se reintegrarán las pérdidas de policromía original con técnicas al agua, estableciendo criterios de diferenciación con el original conforme a las leyes y Cartas del Restauro en las que se apoyan los profesionales de la conservación y restauración del Patrimonio.
La imagen del Santísimo Cristo de las Aguas fue realizada por Antonio Illanes en el año 1940. Este Crucificado vino a sustituir al anterior Titular de la Hermandad, obra también del mismo imaginero, y que desapareció en el incendio que sufrió la capilla que la Hermandad poseía en la parroquia de San Jacinto la noche del 29 de octubre de 1942.
Tras el incendio, Antonio Illanes, que en ese momento ostentaba el cargo de Hermano Mayor de la Hermandad, se hizo cargo rápidamente de la sustitución de la imagen y tan sólo unos días después del suceso se firmó el contrato para la adquisición de este Crucificado con el que el artista había sido galardonado dos años antes con el Primer Premio de la Exposición Nacional de Arte Sagrado.
Illanes realizó en este Crucificado una de sus obras más singulares, en la que combinó la tradición de la imaginería barroca sevillana con ciertas aportaciones propias más contemporáneas, entre las que habría que destacar, por desaparecida, la presencia de una cruz plana como patíbulo de Cristo y no la arbórea en la que aparece actualmente.
Es una talla de Cristo clavado en la cruz por cuatro clavos, siguiendo las revelaciones de Santa Brígida, aunque tiene la particularidad de que sus piernas no se cruzan, como es más habitual en este tipo de representaciones, si no que se muestran en disposición paralela.
Desde el punto de vista estilístico, la imagen muestra claras influencias de los Crucificados de Juan de Mesa, sobre todo en el sudario, anudado en el lado derecho, aunque el autor no intentó realizar una mímesis de las tallas del siglo XVII, incorporando algunos rasgos propios más contemporáneos como el modelado más suave, el volumen en el paño de pureza y el realismo en el rostro, lo que confiere a la obra una gran personalidad.
Sin duda, destaca la portentosa cabeza del Crucificado, realizada con la intención de portar corona de espinas, aunque nunca la llevó, y la fuerza expresiva de su rostro, con los ojos semicerrados y sin vida, y la boca abierta, que permite la contemplación del tratamiento de los dientes y la lengua. Ha sido restaurada por Francisco Pélaez del Espino en 1980 y por Enrique Gutiérrez Carrasquilla en 2008.