La escultura procede de la iglesia del ex convento de la Paz, para la que seguramente fue realizada. Permaneció allí hasta 1938, cuando se traslada a la parroquia del centro histórico. Previamente, sus propietarias eran las religiosas concepcionistas agustinas, expulsadas en la desamortización el 11 de mayo de 1837, así como despojadas de sus bienes patrimoniales.
Estos cambios de ubicación principalmente, han podido ocasionar los numerosos desgastes y algunas «reparaciones» en la escultura, bien intencionados pero perjudiciales, ocultando en muchas ocasiones la calidad de la ornamentación de los ropajes. Durante el tiempo estimado de duración de la intervención, participará un equipo multidisciplinar de especialistas de diferentes campos, entre los cuales destacamos a las conservadoras-restauradoras Esther Soler y Ana Cordero, el historiador del arte Ramsés Torres, técnicos en radiología, químicos, etc., para recuperar esta obra del siglo XVII.Con respecto a los procesos de conservación y restauración que se desarrollarán, se retirará toda la suciedad acumulada, barnices oxidados, repintes y todas las repolicromías posibles, dejando visible la policromía subyacente existente cercana a la original, que seguidamente se consolidará. Además, se sanearán las grietas y aberturas que presenta en las fibras de la madera a lo largo de la talla.
Este deterioro es propio de las piezas de madera sometidas a cambios de temperatura y humedad a lo largo del tiempo, e incluso puede llegar a ocurrir en un breve lapso si los cambios de estos parámetros ocurren de forma abrupta. Asimismo, se reintegrarán las pérdidas de policromía original con técnicas al agua, estableciendo criterios de diferenciación con el original conforme a las leyes y Cartas del Restauro en las que se apoyan los profesionales de la conservación y restauración del Patrimonio.
Además, también se llevará a cabo la conservación-restauración del busto de la Dolorosa ubicada actualmente en el altar mayor, cuya procedencia castellana hace suponer su autoría de Pedro de Ávila, del primer cuarto del siglo XVIII. Se trata de una talla de madera policromada, que llega a la iglesia sevillana en 2006 tras una donación. Es una escultura de bastante calidad, que sigue los cánones del Barroco castellano y la estética del escultor anteriormente mencionado.
Debido a los avatares históricos sufridos por el inmueble al que pertenecen ambas obras, actualmente la parroquia cuenta con un patrimonio escultórico muy reducido, pero no por ello menos importante. Sin lugar a dudas, la escultura de San Marcos es una de las piezas más destacadas, paradigma de la escuela sevillana del barroco en su mayor esplendor.
La restauración supondría la recuperación del patrimonio de la parroquia, otorgándole la relevancia que posee, recobrando su calidad técnica y sacando a la luz todo un virtuosismo de detalles expresivos y dramáticos, en consonancia con las mejores obras del Barroco sevillano.